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“Gracias a Robert Prevost, los migrantes de Venezuela pudimos emprender en Chiclayo”: la huella del papa León XIV en Perú

Por Moises Lizardo – Redacción VEMO DIGITAL

CHICLAYO, PERÚ – El eco de una elección histórica aún resuena en las calles polvorientas y los corazones agradecidos de una ciudad al norte de Perú. A menos de 24 horas de que Robert Francis Prevost, exobispo de Chiclayo, fuera proclamado como el nuevo líder de la Iglesia católica bajo el nombre de León XIV, la ciudad que lo acogió y lo vio caminar entre los más vulnerables se ha convertido en un epicentro espiritual y mediático.

“Verle entre los candidatos ya fue una alegría, pero cuando salió elegido empecé a gritar”, cuenta emocionada Lisbeth Díaz, migrante venezolana radicada en Perú desde hace siete años. “Gracias a su impulso, la comunidad migrante pudo tener mejores oportunidades en este país. Él creyó en nosotros cuando nadie más lo hacía”.

La historia de Díaz es una de las muchas que ilustran la profunda huella que el ahora pontífice dejó en Chiclayo, diócesis que encabezó desde 2015 hasta 2023. Durante esos años, el entonces obispo Prevost no solo reforzó la labor social de Cáritas y promovió proyectos de apoyo a migrantes, sino que también mostró una cercanía inusual con las comunidades más marginadas de la región.

De Chiclayo al Vaticano: un legado imborrable

En las inmediaciones de la plaza principal, junto a la catedral neoclásica de Chiclayo, el recuerdo de Prevost vive en cada rincón. Desde la sede diocesana hasta el restaurante local El Trébol, donde un cartel anuncia con orgullo: “Aquí comió el papa”, la ciudad rinde tributo al hombre que convirtió su fe en acción.

“Era un líder nato, pero ante todo un amigo del pueblo”, señala el padre Fidel Purisaca, quien compartió años de trabajo pastoral con el pontífice. “Reforzó la atención social, ayudó durante las inundaciones del 2017, promovió la planta de oxígeno durante la pandemia y jamás dejó de estar al lado de los más necesitados”.

Su visión de Iglesia –inclusiva, pastoral y comprometida– lo llevó también a defender con firmeza a las víctimas de abusos sexuales. Frente a recientes señalamientos sobre presunta inacción ante denuncias dentro de la diócesis, las autoridades locales han salido al paso. “Escuchó a las víctimas y la investigación sigue. No es cierto que no actuó”, afirmó el actual obispo Edinson Edgardo Farfán Córdova.

El periodista Pedro Salinas, quien investigó el escándalo del Sodalicio en Perú, fue categórico: “Si alguien tuvo un rol clave en que ese caso avanzara fue Robert Prevost”.

Un defensor de los migrantes

En las afueras de la ciudad, en la sede de Cáritas, un retrato del nuevo papa observa desde lo alto a quienes continúan su obra. Allí, decenas de migrantes venezolanos han sido capacitados, apoyados y dignificados.

“Gracias a él, pude revalidar mi título de profesora y comenzar de nuevo”, relata Lisbeth Díaz. Como ella, decenas de ingenieros, médicos y trabajadores migrantes encontraron en Prevost no solo un líder espiritual, sino un puente hacia la reconstrucción de sus vidas.

Pastor en las periferias

El distrito de José Leonardo Ortiz, uno de los más desfavorecidos de Chiclayo, fue uno de los lugares que el papa León XIV visitó con frecuencia durante su labor como obispo.

“Allí donde nadie llegaba, él estaba”, recuerda el padre Carlos Martín Huamán, vicario de la parroquia Inmaculada. “Su capacidad de gestión y sensibilidad social marcaron la diferencia. No solo hablaba de fe, la encarnaba”.

De obispo local a líder global

Con el peso del catolicismo mundial sobre sus hombros, León XIV inicia un pontificado cargado de expectativas. Su estilo, más sobrio que el de su predecesor Francisco, no pierde el hilo de la continuidad en los temas clave: defensa de los migrantes, lucha contra la pobreza y apertura al diálogo con no creyentes.

Mientras tanto, Chiclayo –la “ciudad de la amistad”– se transforma en lugar de peregrinación, testimonio vivo de que, en ocasiones, la fe se construye con acciones concretas, y que desde las periferias también se puede cambiar el mundo.

“Él no solo vino a predicar. Él vino a quedarse en nosotros”, dice Noelia Ayala, otra colaboradora de Cáritas. Y su voz, como la de muchos otros, se eleva hoy entre banderas, cánticos y lágrimas de esperanza.

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