“Adiós al Papa del Pueblo”: Muere el Papa Francisco a los 88 años tras presidir su última bendición pascual
Ciudad del Vaticano – En un día que marcará la historia contemporánea de la Iglesia Católica, el Papa Francisco ha fallecido a los 88 años de edad en su residencia de Santa Marta, en el Vaticano. Su deceso fue confirmado oficialmente este lunes 21 de abril a las 7:35 de la mañana, apenas un día después de haber presidido con visible dificultad la tradicional bendición Urbi et Orbi en la Plaza de San Pedro, frente a más de 35.000 fieles.
La Santa Sede ha emitido un comunicado urgente, detallando que la causa oficial del fallecimiento fue un ictus cerebral que derivó en un coma y posterior colapso irreversible. El texto también confirma que el Sumo Pontífice padecía insuficiencia respiratoria, neumonía bilateral, bronquitis múltiple, hipertensión arterial y diabetes, condiciones que terminaron deteriorando su salud en las últimas semanas.
Una Pascua que marcó la despedida
El pasado Domingo de Pascua, el Papa Francisco apareció por última vez en el icónico balcón de la Basílica de San Pedro, pronunciando apenas algunas palabras antes de ceder el micrófono al maestro de ceremonias, Monseñor Diego Ravelli. Su voz, visiblemente apagada, aún pudo articular con ternura: “Queridos hermanos y hermanas, buena Pascua”. Ese momento se convirtió, sin saberlo, en su despedida frente al mundo.
Durante la Semana Santa, ya se había notado un creciente debilitamiento en su salud. En varias ceremonias, delegó responsabilidades litúrgicas a cardenales y obispos, una decisión que generó especulaciones pero también comprensión ante el evidente agotamiento físico del pontífice.


El legado de un pontífice reformista
Nacido como Jorge Mario Bergoglio en Buenos Aires, Argentina, el Papa Francisco fue el primer latinoamericano en asumir el papado y también el primero de la orden de los jesuitas. Desde su elección en 2013, ha sido una figura revolucionaria dentro de la Iglesia: defensor de los pobres, firme en la lucha contra los abusos sexuales en el clero, y un reformista tanto en lo doctrinal como en lo institucional.
Su cercanía con el pueblo y su lenguaje sencillo le valieron el apodo de “el Papa del Pueblo”. Nunca temió hablar con honestidad sobre sus limitaciones físicas y emocionales. Desde 2021 fue hospitalizado en varias ocasiones, y en más de una entrevista confesó que pensaba frecuentemente en la muerte. “No tengo miedo a morir. Me la imagino en Roma”, expresó en una carta al médico y escritor Nelson Castro, quien terminó publicando el libro “La salud de los papas”, con una sección dedicada a Francisco.

Entre el dolor y el deber: sus últimos días
Tras su alta médica el 23 de marzo, luego de permanecer 37 días ingresado por una grave infección respiratoria, Francisco retomó algunas actividades desde la residencia de Santa Marta. A pesar de los cuidados, su estado era delicado. El pasado 28 de febrero, sufrió una crisis de salud que casi le cuesta la vida, salvado en el último momento por su equipo médico.
Aun así, el Papa no detuvo su labor pastoral. Se mantuvo activo incluso desde la décima planta del hospital Gemelli, donde continuó sus tareas mientras enfrentaba dolores lumbares, afecciones pulmonares y fatiga general. Su amor por la Iglesia y su firme convicción en que el papado era “una misión para toda la vida” lo llevaron a morir en el cargo, tal como había prometido.
Un funeral que romperá moldes
Fiel a su carácter renovador, Francisco también manifestó su deseo de cambiar las tradiciones funerarias papales. En una entrevista con la periodista mexicana Valentina Alazraki, reveló que quería simplificar los ritos del “Novendiali”, las exequias que duran nueve días tras la muerte de un pontífice. “Había que hacerlo, ¡seré el primero en demostrarlo!”, dijo con determinación.
Otro de sus deseos fue el de no ser enterrado en las Grutas Vaticanas, bajo la Basílica de San Pedro, donde reposan 23 de sus antecesores. En cambio, Francisco pidió descansar en la Basílica de Santa María la Mayor, una elección simbólica que refleja su cercanía con el pueblo y su voluntad de marcar una nueva era incluso después de su muerte.
La huella imborrable del Papa Francisco
Su partida deja un vacío profundo en millones de fieles alrededor del mundo. Líderes religiosos, mandatarios, personalidades públicas y ciudadanos comunes ya han comenzado a rendir homenaje a un pontífice que supo combinar la tradición con la modernidad, la humildad con la autoridad, y la compasión con la firmeza moral.
El mundo despide hoy a un hombre que llevó la cruz de Pedro con sencillez, humanidad y valentía. Un Papa que caminó entre los más humildes, que abrazó a los marginados y que nos enseñó, con su ejemplo, que la fe también puede ser un acto de amor revolucionario.
Redacción: VEMO DIGITAL
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